Desmitificando el papel
Hace unos días, Antoni Bassas entrevistó en Catalunya Ràdio a quien ya se preveía que iba a ser el gran triunfador en ventas del día de Sant Jordi, Carlos Ruiz Zafón. La conversación, que se puede escuchar en esta página, me llamó la atención por los detalles que el autor de La sombra del viento y El juego del ángel dió sobre su proceso de creación literaria: que si hace años que sólo escribe con ordenador, que si hace copias de seguridad de los ficheros en un llavero de memoria flash… cosas que nunca había oído explicar a ningún escritor.
Pero sobre todo recuerdo la incredulidad del entrevistador cuando Ruiz Zafón le contó que nunca imprime copias en papel para corregir y archivar las sucesivas versiones de sus libros, sino que lo hace directamente en la pantalla. A estas alturas, creo que ya tocaría asumir que los libros no son el papel sobre el que vienen impresos, sino las historias que contienen, del mismo modo que los periódicos son la información y la opinión, no las hojas que las envuelven en su versión impresa.
Es lógico que la industria editorial se aferre al objeto libro, pues todavía está basada en transportar átomos en lugar de bits, pero tendrá que adaptarse a los tiempos o sufrir tal como lo está haciendo la industria discográfica.
Personalmente ya hace años que prefiero leer los libros en formato electrónico, con todas sus ventajas y con plena conciencia de sus inconvenientes, y ya no me causan ningún efecto las tópicas invocaciones al supuesto placer del romanticismo de la lectura de un libro de papel, sentado en una butaca de cuero, al calor de una chimenea y con una copa de buen coñac al alcance de la mano. Puedo disfrutar igualmente de todos esos complementos aunque cambie el papel por un terminal electrónico, y de paso tal vez Ruiz Zafón y yo ayudamos a salvar unos cuantos árboles.