Las ‘party lines’ de los 90 vuelven con Clubhouse

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Hace un cuarto de siglo triunfaron brevemente las llamadas party lines telefónicas, un servicio en que el abonado llamaba desde el teléfono fijo -ya existían los primeros móviles analógicos, pero aún no había llegado la 2G- a un número 903 para hablar de cualquier cosa con una decena de personas desconocidas. En las variantes más sofisticadas, unos menús numéricos permitían optar entre varios temas disponibles, si bien ello no garantizaba que toda la conversación se ajustara al elegido. La duración de la llamada dependía de su interés, pero sobre todo del dinero que el usuario estuviera dispuesto a pagar, que no era poco: 58 pesetas el minuto en horario normal o 39 por la noche y en fin de semana. Quizás algún lector veterano recordará casos de hogares que tuvieron que pagar facturas enormes, incluso millonarias, porque algún miembro de la familia se había entusiasmado más de la cuenta. Después llegaron internet y los chats, y las party lines acabaron desapareciendo.
Este 2021 el concepto ha resucitado, trasladado ahora al mundo de los smartphones en forma de Clubhouse, una red social o plataforma centrada exclusivamente en las conversaciones de audio en tiempo real. Eligiendo en la aplicación móvil a uno o más de tus contactos que también la tengan instalada, puedes crear una sala privada donde los participantes pueden hablar e incluso invitar a otros usuarios para que escuchen lo que uno dice. También se puede entrar a curiosear en salas creadas por terceros, y esto está dando lugar a todo tipo de experimentos, desde los redactores de un periódico avanzando a los lectores los temas destacados de la edición de la mañana hasta encuentros espontáneas para contar chistes, pasando por sesiones de formación y entrevistas formales, al estilo de un programa de radio, con personajes populares. Precisamente una entrevista reciente a Elon Musk, fundador de Tesla y SpaceX, ha disparado estos días el interés por Clubhouse. También se ha podido oir a Mark Zuckerberg, a quien la plataforma le debió gustar tanto -o darle tanto miedo- que sólo seis días después se ha sabido que Facebook prepara una función idéntica a Clubhouse, siguiendo su tradición de copiar descaradamente cualquier cosa que le pueda arrebatar usuarios.
Qué es Clubhouse, la apli que ha puesto de moda Elon Musk?
Al estilo de Twitter, en Clubhouse se puede seguir a otros usuarios y ellos te pueden seguir a tí, asi como recibir notificaciones cuando alguien que sigues interviene en una sala. No hay mensajes de texto ni emoji, y no existe la opción de grabar las conversaciones para escucharlas en otro momento, porque son exclusivamente en directo. Por ahora Clubhouse sólo existe en forma de aplicación para iPhone y para entrar tiene que invitarte alguien que ya esté en el círculo, pero sus creadores han prometido que también habrá versión para Android y el acceso acabará siendo abierto.
La propuesta de Clubhouse tiene diversos atractivos: a diferencia de los chats de texto, en los de voz se puede participar y seguirlos mientras hacemos otras cosas, ya sea afeitarse o cocinar. Además, una conversación hablada es más eficiente y menos susceptible de dar pie a malentendidos, tan habituales en los chats escritos. Sin embargo, personalmente me preocupa tener que estar pendiente de otro canal más por donde mis contactos me pueden llamar, pero es que soy conservador a la hora de adoptar servicios nuevos, sobre todo cuando me parecen redundantes con los que ya utilizo.
Por otra parte, la obligación de identificarse con nombre y apellido reales favorece que se respete un cierto civismo. Y al menos dos personas me han reconocido que les gusta que la media de edad de los usuarios actuales de Clubhouse parece ser más alta que la de otras redes sociales en la mente de todos, centradas en el texto, las imágenes y el vídeo.
Sin embargo, Clubhouse presenta algunos interrogantes. Para empezar, aunque no es universal. La aplicación sólo está disponible para iOS, lo que le permite aspirar a la mitad de los usuarios de smartphones en EEUU pero sólo al 20% de los españoles. Esta limitación también determina indirectamente el tipo de usuario potencial: dispuesto a gastar más dinero en un teléfono y desproporcionadamente sesgado hacia los profesionales de la comunicación, lo que en parte explica que estos días se hable tanto de Clubhouse.
Quién lo paga?
El principal punto oscuro de Clubhouse es su modelo de negocio, claramente basado en la explotación de los datos personales de los usuarios. El proceso de captación y alta de usuarios, el llamado onboarding, es enormemente agresivo. La aplicación te reclama de manera insistente acceder a los contactos del teléfono. No es imprescindible aceptar, pero si no lo haces no podrás invitar a otras personas. En cambio, si le das acceso a tu listín de contactos, te propone seguir a los que ya están en Clubhouse, como es habitual en otras redes sociales.
La diferencia es que la pantalla de invitar a otras personas muestra una lista de todos los contactos de nuestro dispositivo con un número de teléfono que aún no se ha dado de alta en la plataforma, ordenadas -éste es el aspecto sospechoso- por la cantidad de contactos que cada uno de ellos tiene a Clubhouse, probablemente para destacar cuáles pueden ser los más receptivos a incorporarse también. Esto revela que el servicio está recopilando información sobre personas que aún no son usuarias, y quizás no lo serán nunca, y lo hace sin su consentimiento.
La práctica es similar a los perfiles en la sombra que Facebook construye sobre personas que no son usuarias a partir de sus relaciones con otros que sí lo son. Y plantea dudas sobre el cumplimiento de la legislación europea sobre protección de datos e inquietud sobre el uso que pueden hacer de estos datos las autoridades de estados poco democráticos que tengan acceso a los mismos.
Finalmente, cabe mencionar que la aplicación de Clubhouse contiene código que remite a los servicios de audio de la empresa china Agora, con todos los interrogantes que ello despierta sobre el destino final de los datos de los usuarios y el contenido de sus conversaciones. Clubhouse, por cierto, ya está prohibida en China.
De todos modos, antes de entusiasmarse en exceso con Clubhouse, conviene pensar si no será otro servicio efímero más. Es lógico que las personas confinadas por la pandemia, después de haberse tragado todo el catálogo de Netflix, busquen cosas nuevas para entretenerse. Pero ya veremos si siguen tan aficionados a los chats de audio cuando las condiciones permitan volver a los bares a tomar cervezas con la pandilla.