Chips: entre poco y demasiado

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Es previsible que la conocida escasez de chips, sobre todo los destinados a los coches y a los productos de gran consumo, se mantenga todavía varios meses por los problemas logísticos. Pero también lo es que la demanda de chips bajará pronto a causa de la crisis económica global, con lo que la oferta actual volverá a ser suficiente.
A medio plazo se teme que haya una gran sobreproducción de chips, porque tanto Corea del Sur como Taiwán, Japón, China e incluso últimamente la India están invirtiendo mucho en nuevas fábricas, que deberían alcanzar la plena producción hacia 2025. Esto puede provocar que tanto Europa como Estados Unidos pasen a depender aún más que ahora de los chips de origen asiático, cuando precisamente pretenden conseguir lo contrario.
Es significativo que Intel, que había previsto poner el 22 de julio la primera piedra de la fábrica de chips que quiere construir en el estado de Ohio con una inversión de al menos 20.000 millones de dólares, haya decidido aplazar la ceremonia sin ponerse nueva fecha. El motivo es la incertidumbre que planea sobre la ley federal de innovación, de lo contrario conocida como CHIPS Act (que responde a las siglas de Creating Helpful Incentives to Produce Semiconductors for America), que el partido demócrata y el partido republicano llevan casi un año negociando, para aprobar un presupuesto de 52.000 millones de dólares que promueva la investigación, desarrollo y producción domésticos de semiconductores.
EEUU quiere afrontar así la amenaza que representa a China, que cada vez fabrica más chips y más sofisticados, pero tampoco está claro que la citada ley CHIPS sirva de mucho. Además, a los políticos, sobre todo los republicanos, no les hace ninguna gracia subvencionar a empresas privadas. Todo indica que Intel, que contaba con recibir sustanciosas subvenciones a cuenta de la ley citada, está frustrada porque no se acaba de aprobar. La construcción de la fábrica de Ohio, que debería poner en marcha este año si se quiere que empiece a producir en el 2025, requerirá invertir 100.000 millones de dólares en los próximos diez años, pero todo dependerá de si las supuestas ayudas estatales se materializan.
En este lado del Atlántico, la propia Intel anunció a finales de marzo que invertiría 17.000 millones de dólares para construir una gran fábrica de chips en Alemania, gracias a generosas ayudas con fondos estatales y comunitarios. En ese caso, la situación económica y la incertidumbre del mercado podrían provocar un replanteamiento de las subvenciones europeas. La planta europea de Intel, en todo caso, no debería empezar a producir chips hasta el 2027.
Mientras, quien no para de invertir en la fabricación de chips son las coreanas Samsung y SK Hynix y las taiwanesas TSMC y UMC, que suman un total de 500.000 millones de dólares en los próximos cinco años. No es ninguna anécdota que el heredero del imperio Samsung visitara hace pocas semanas Veldhoven para implorar a la empresa holandesa ASML que le proporcione más maquinaria para producir semiconductores de gama alta. Debía salir adelante, ya que Samsung ha anunciado esta semana –adelantándose a TSMC– que tiene a punto los primeros chips del mundo con tecnología de 3 nanómetros, que son un 16% más pequeños, un 23% más rápidos y consumen un 45% menos que los de 5 nanómetros, los más punteros de la actualidad. La coreana ya ha superado este año a Intel como líder mundial en facturación de semiconductores gracias a los chips de memoria, y se ha propuesto desplazar a TSMC del liderazgo en procesadores antes de que acabe esta década.
Asia vs. Unión Europea y EE.UU.
Con este panorama, los planes de la Unión Europea y de EE.UU. para ser algo autosuficientes en semiconductores se quedan muy cortos. Por su parte, China sigue invirtiendo en la fabricación de chips, unos 58.000 millones de dólares en 2021, y ya facturó 150.000 millones de dólares, un 18% más que en 2020.
Todo indica que la intención de Estados Unidos de acorralar a China en la producción de chips ha provocado el efecto contrario: la ha estimulado. Por su parte, Japón apenas ha aprobado un plan de inversión masivo en la fabricación de chips para recuperar el terreno perdido en los últimos años. Incluso India prevé destinar 30.000 millones de dólares a impulsar su industria electrónica para reducir su grado de dependencia de otros países, y Singapur atrae nuevas inversiones en fábricas de chips. Nadie quiere quedarse atrás, ni siquiera España, que ha reservado más de 9.000 millones de euros procedentes de fondos europeos.
Los expertos habían pronosticado un fuerte aumento de la demanda de semiconductores en los años que vienen, pasando de los actuales 600.000 millones al billón de dólares antes de que acabe esta década. De hecho, la facturación creció el pasado año un saludable 14%, pero durante el primer trimestre de este año ha registrado un ligero decrecimiento (0,03%) respecto al trimestre anterior. Es la primera vez desde hace dos años que la facturación de un trimestre es más baja que la del anterior.
Por ahora, el estancamiento es poco significativo y el primer trimestre del año suele ser flojo en ventas. Sin embargo, puede indicar un cambio de tendencia: en pocos años podríamos pasar de una falta de chips a una gran sobreproducción, que de paso provocara una caída de los precios y, consiguientemente, de la facturación global de los semiconductores, aunque se n vendieran más unidades.
La industria de semiconductores nos tiene acostumbrados a picos, tanto de oferta como de demanda. Sin embargo, los niveles de inversión actuales son tan elevados que si no se mantiene un buen ritmo de crecimiento de la facturación de chips durante todo el resto de esta década –y nada está garantizado– muchas empresas no podrán recuperar la inversión. Sería dramático que la afición de muchos países por querer ser autosuficientes en chips acabara llevando a la ruina a algunas de sus empresas más emblemáticas.