Justicia no del todo poética

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La reclamación de explicaciones por el ciberespionaje a personalidades independentistas con el software Pegasus progresa –o no– a dos velocidades muy distintas. Las autoridades españolas hacen como si sintieran llover, pero la denuncia ante los organismos europeos sigue su curso. Mientras, un reciente incidente de ciberseguridad nos recuerda que la existencia de este tipo de tecnologías puede tener consecuencias indirectas más graves de lo que podría pensarse.
La empresa Cellebrite, dedicada a lo que eufemísticamente se llama informática forense y que consiste en facilitar el acceso al contenido de teléfonos móviles sin permiso del propietario, ha sido víctima de un ciberataque que ha filtrado a la red varios terabytes de datos suyos . Principalmente, el código fuente del software con el que sus clientes pueden desbloquear dispositivos ajenos. Hasta ahora estos clientes eran sólo gobiernos y cuerpos policiales.
A partir de ahora, cualquiera que descargue el código de Cellebrite podrá cotillear el contenido de los dispositivos que le caigan en sus manos con el fin de que le convenga: acceso a secretos comerciales, acoso, extorsión, espionaje de rivales políticos o periodistas. La publicación de las herramientas de Cellebrite, además de un desastre para la empresa, es el sueño húmedo de todo el mundo a quien el cifrado de nuestra información le molesta, y demuestra que está justificada la reticencia de los proveedores tecnológicos a incluir en sus productos y servicios puertas traseras a petición de las autoridades, porque una vez se abren, estas puertas ya no vuelven a cerrarse.
Por otra parte, aunque Cellebrite no hace exactamente lo mismo que Pegasus, de la también israelí NSO Group, hay que tener presente que este tipo de herramientas suelen funcionar en régimen de alquiler: el cliente las utiliza, pero la aplicación y los datos residen en los servidores de la empresa. Si ésta cae víctima de un ciberataque, los delincuentes pueden llegar a llevarse también la información fruto del espionaje. Por decirlo de otro modo: ¿estamos seguros de que la información sustraída a los periodistas mexicanos oa los independentistas catalanes ya sólo la tienen quienes pagaron a NSO por el uso de Pegasus?